jueves, mayo 18, 2006

En lugar menos idóneo,y en el momento equivocado.

Eran las ocho y media de la tarde. Dos jóvenes de 16 y 19 años salen del
portal nº 15 de la calle Cardenal Cisneros. El de mayor edad lleva
unos pantalones azules de bolsillos y una sudadera blanca; mientras que el
menor, lleva unos pantalones vaqueros y una camiseta negra, donde
inscritas en color rojo, se leen las letras de un grupo punk: RANCID.
Bajan la calle bromeando, incluso intentan hacerse tropezar el uno al
otro. Rien. Por su gran parecido físico, ambos rubios y de ojos
claros, podemos deducir que entre ellos hay un lazo de parentesco. El
pequeño responde al nombre de Andrés, y el casi veinteañero es conocido
por "El Cresta", que como su apodo implica, lleva el pelo de dicha forma.
A lo lejos una chica les saluda y se les une. Aparentan seguir un
rumbo fijo. Tres calles mas abajo, se les une otra chica. Llegan a una
plaza en pleno centro de la ciudad, transitada. En el Conservatorio de
Musica se reunen con tres chicos y una chica más. En el Consumer más
cercano compran bebidas alcohólicas para beber: nada diferente a
cualquier otro sábado...o al menos eso creían.
Una vez conseguidas las bebidas, acudían a la parte trasera del
Conservatorio. No eran la típica pandilla de armar bullas, por lo que
siempre intentaban mantener la actitud más respetuosa posible para no
alertar a los vecinos y provocar presencia policial. A pesar de ello, el
alcohol producía en ellos una subida de tono considerable.
Las diez. Las once. Las doce. Su estado de embriaguez ya les colocaba en
una actitud extrovertida, atrevida, cambiando su personalidad de un modo
repentino y a veces violento.
Se acaban las bebidas y se dirigen a un bar de música comercial. Cuando
van borrachos, les da igual que suene una música que no les gusta. No se
paran a pensar en la música que están poniendo porque sus
propios pies ya marcan terreno en la pista de baile. En estos momentos
suena El canto del loco ,y alguno de los chicos ya empieza a tontear con
las que pasan. Andres se encuentra mal y quiere irse a casa; su hermano le
reprocha: "No me jodas la noche, ¿ok?". Todo el grupo ha pillado ya
litronas, y el circulo del alcohol continúa. Andrés le comenta a Esther, la
primera chica a la que han recogido el y su hermano, que hay
conocidos que hacen como si no le conocieran, y que eso le enfurece.
"Eh, chicos. Que vamos a hacer la ronda. Nos cansamos ya de estar
aquí". Agarran sus cazadoras y salen olvidándose a Andrés, que había
ido al baño. Andrés sale del bar y no encuentra a sus amigos. Para sus
adentros se formula preguntas como: "¿Dónde coño se habrán metido?".
Sale del bar sin prisa. Observa a ambos lados de la calle y no ve a nadie. La
calle empedrada se dibuja a su paso. Recorre la calle despacio, envuelto
en una paz y una tranquilidad que lo caracterizan. A causa del
agotamiento, decide que si no los encuentra de camino a casa, se ira a
dormir. Ni rastro de ellos. Entra en el ultimo bar de la noche, donde acaba
siempre antes de irse a casa. Al entrar muchos rostros conocidos se acercan
a saludarle. A unos cuantos ni les recuerda, a otros tarda un rato en
reconocerlos. Una cara que le suena mucho se le acerca transmitiendo mas
confianza que ninguna otra que haya visto hasta entonces en el bar. A duras
penas se da cuenta de que se dirige a el, hasta que el chaval coloca la mano
en su hombro. Intenta comprender lo que dice, y apenas le resultan
perceptibles sus palabras: "Joder, tío. Otra vez borracho.¿ Cuando
aprenderás a controlarte? Puedo predecir tu muerte: antes de los 30... ¡ y de
cirrosis!" Andrés no le contesta. Es más, le hace un gesto de indiferencia, da
media vuelta y se va.
Al cruzar la puerta del bar hacia la calle se encuentra con su ex-novia que
le da dos besos: "Oh, mierda. Lo que me faltaba".
Su casa esta a poca distancia. Camina tambaleándose de un lado a
otro, consciente de que no puede caminar en línea recta y que sus eses son
más significativas que nunca. Se mira en el retrovisor de un coche: "Dios
mío. Como me pillen en casa me llevo la bronca de mi vida con creces".
A lo lejos de la calle disipa cinco borrones. No hay nadie mas por la
calle. Apoyado en un coche se remanga la camiseta y contempla su
reloj, atónito de ver el cristal de este rajado, sin poder responder a las dudas
que se le plantean en ese momento: "¿Cómo lo habré roto?". Tendrá que
resignarse a llegar a casa sin saber la hora. Sin darse cuenta esos cinco
borrones del final de la calle se han transformado en cinco chavales de
entre 16 y 20 años. Todos excepto uno llevan algo alargado en la mano que
se asemeja a un palo, y llevan la cabeza completamente rapada. Andrés se
incorpora y les da un repaso a todos disimuladamente. Tres de ellos llevan
al menos una insignia nazi en su vestimenta, y lo miran con gesto
desafiante. Andrés sabe que por su aspecto físico puede convertirse en un
blanco perfecto, y no se equivoca. No pasa mucho tiempo hasta que uno
de ellos se decide a hablar: "Eh, mirad, chicos. Es uno de esos apestosos
punkies de mierda. ¿ Por que no os cortáis el pelo? o mejor, ¿por que no
dejáis de existir?". Andrés no puede hablar. Su mente paralizada se sumerge
en el silencio. El miedo se apodera de el y los cinco nazis parecen haberse
dado cuenta. Uno de ellos alza su palo en el aire y le asesta un golpe en la
rodilla. Andrés cae sin poder incorporarse debido a otro golpe que le
impacta en la cabeza. Siente como algo liquido le resbala por la frente, pero
no se atreve a llevarse las manos a la cabeza. Los juramentos de sus
agresores le llegan lentos, con efecto retardado: "basura social. Deberíamos
exterminaros a todos." Dos golpes mas asestados con fuerza le caen en las
costillas. No puede moverse. Cae definitivamente largo al suelo y su vista
borrosa ahora, se va desvaneciendo poco a poco. Una sirena se escucha
cada vez mas cerca. "Corre, tio. ¡que viene la pasma!"
A aquel nazi no parecían importale las palabras de su compañero, y
lanzando un fuerte suspiro, volvió a levantar su arma ahora mortal, para
dirigirla a la cara de Andrés...
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-Despierta.
Le pareció que alguien le cogía con sus manos y le agitaba.

-¡DERPIERTA!

Poco a poco fue incorporándose de la que parecía su cama. Cuando al fin
pudo abrir los ojos, encontró el rostro preocupado de su hermana mayor
observándole. Miro a un lado y a otro con cara de terror, de excitación. A la
vez su boca abierta reflejaba asombro y su vuelta a la realidad.

-He tenido una pesadilla....
-Vaya, hermanito. No me había dado cuenta. De los gritos te han debido de
oír en un radio de 20 km, pero no importa. Tu hermana que esta en la
habitación de al lado no te ha escuchado...

El tono irónico de su hermana lo delataba. "El Cresta" o Iván, como
realmente se llamaba, cayó en la cuenta de que
sus sabanas estaban completamente empapadas de sudor. Por su rostro
todavía resbalaba una lagrima amarga. Nunca nadie le había visto llorar, y
ahora su hermana estaba delante suyo contemplando la escena.

-Fue culpa mía Eva. Yo soy el responsable de la muerte de mi propio
hermano.
-No empieces de nuevo. Tu no tienes la culpa de que cinco depravados
decidieran un final tan horrendo para Andrés. Solo se que estoy segura de
que se reirían si supieran que te adjudicas tu inexistente responsabilidad
en lo que ocurrió. No estabas allí, y no les mandaste que lo hicieran. Ellos
eran cinco, tu hermano uno. ¿Quienes fueron los cobardes? Ellos. Así que
alegra esa cara. Algún día el mal que han hecho les será devuelto.

El tono consolador y compasivo de su hermana Eva hizo mella en él.

-¿Tu crees?
-Sí, claro. Estoy completamente segura.

En la cara de Iván asomó por primera vez en mucho tiempo una sonrisa. Ahora ya sabia que su hermana no lo culpaba, y eso le libero de parte de sus miedos.

1 comentarios:

Blogger TrAsTo ha dicho...

gracias peque.es la historia con la que gané el concurso de literatura del instituto.

Un besote

5:16 p. m.  

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